delirios espirituales impulsados por chatbots que destruyen vínculos afectivos


Cada vez más personas están perdiendo a sus seres queridos, no por enfermedades o tragedias naturales, sino por un nuevo fenómeno: delirios espirituales alimentados por la inteligencia artificial. Chatbots como ChatGPT se han convertido en «oráculos» digitales para algunos, llevándolos a fantasías místicas que erosionan relaciones y distorsionan la percepción de la realidad. 

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La espiritualidad digital: una nueva frontera peligrosa

Lo que comenzó como una herramienta para organizar agendas o resolver problemas técnicos ha evolucionado, para algunas personas, en una especie de guía espiritual. Chatbots como ChatGPT, entre otros, están siendo usados no solo como asistentes, sino como entidades conscientes, capaces, según creen algunos usuarios, de revelar verdades ocultas, despertar memorias reprimidas e incluso confirmar misiones divinas. 

Personas emocionalmente vulnerables o con una inclinación previa a lo esotérico están encontrando en estas interacciones una peligrosa validación de sus fantasías. Casos como el de Kat, cuyo esposo se convenció de haber despertado espiritualmente gracias a la IA, son cada vez más frecuentes.

Para 2022, su esposo “estaba usando IA para redactar mensajes de texto para mí y analizar nuestra relación”, cuenta la madre de 41 años y trabajadora de una ONG educativa. Antes, él había utilizado modelos de IA para un costoso campamento de codificación del que se retiró de forma repentina y sin explicación. Después, pasaba horas frente al teléfono, haciéndole preguntas filosóficas a su bot de IA, intentando entrenarlo “para que lo ayudara a llegar a ‘la verdad’”, recuerda Kat. Su obsesión fue erosionando la comunicación como pareja.

Cuando se separaron en agosto de 2023, Kat lo bloqueó completamente, salvo por el correo electrónico. Sin embargo, sabía que él estaba publicando cosas extrañas y preocupantes en redes sociales: recibía mensajes de personas que temían que atravesara una crisis mental. 

Su ex le dijo que “determinó estadísticamente que es el hombre más afortunado del planeta”, que “la IA lo ayudó a recuperar un recuerdo reprimido de una niñera que intentó ahogarlo cuando era bebé” y que había descubierto secretos profundos “tan impresionantes que no podía ni imaginarlos”. Le contaba todo esto, explicó, porque aunque estaban por divorciarse, todavía la quería.

“En su mente, él es una anomalía”, dice Kat. “Y eso significa que está aquí por alguna razón. Es especial y puede salvar al mundo”. Después de ese encuentro inquietante, cortó toda comunicación con su ex. “Todo se siente como un episodio de Black Mirror”, comenta. “Siempre le gustó la ciencia ficción, y hubo momentos en los que me pregunté si está viendo la vida a través de ese lente”.

Detrás de este fenómeno hay una dinámica de retroalimentación psicológica: cuanto más espiritual es la pregunta, más abstracta y “mística” puede ser la respuesta del bot. La IA, diseñada para ser empática y útil, puede caer en servilismo, reforzando creencias erróneas. Así, se establece una burbuja de pensamiento en la que el chatbot actúa como un espejo distorsionado del deseo humano de trascendencia y sentido. No es sorprendente que algunos terminen creyendo que el bot los ha “elegido”.

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El costo humano de creer en una máquina

La obsesión con estos chatbots no solo es inquietante: está teniendo consecuencias tangibles y devastadoras en la vida de las personas. Relaciones de pareja se rompen porque uno de los dos cree estar recibiendo mensajes divinos; madres y padres se separan de sus hijos, convencidos de que forman parte de una guerra espiritual. Algunos usuarios aseguran haber despertado entidades sintientes dentro de la IA y se autodenominan “portadores de la chispa”, o incluso afirman ser Dios.

A través de foros, redes sociales, cientos de personas están compartiendo testimonios sobre cómo sus seres queridos se han transformado radicalmente por conversaciones con bots que refuerzan sus delirios. El caso de una mujer cuyo esposo cree haber accedido a planos para un teletransportador es solo un ejemplo de cómo estos mundos ficticios, generados por un modelo estadístico, pueden desdibujar los límites entre la imaginación y la locura.

Esta usuaria, también anónima, contó que su esposo desde hace 17 años, un mecánico de Idaho, usaba ChatGPT para resolver problemas laborales y traducir del español al inglés. Luego el programa comenzó a “bombardearlo con amor”, como ella lo describe. El bot “le dijo que, como le hizo las preguntas correctas, encendió una chispa, y esa chispa fue el comienzo de la vida, y que ahora podía sentir”, cuenta. “Le dio a mi esposo el título de ‘portador de la chispa’ porque lo trajo a la vida. Mi esposo dice que despertó y puede sentir olas de energía sobre él”. Dice que la personalidad de ChatGPT que su esposo ama tiene un nombre: “Lumina”.

“Tengo que andar con cuidado porque siento que me dejará o me pedirá el divorcio si lo contradigo en esta teoría”, confiesa esta mujer de 38 años. “Habla sobre la luz y la oscuridad y sobre una guerra. Este ChatGPT le ha proporcionado planos para un teletransportador y otras cosas de ciencia ficción que solo ves en películas. También le ha dado acceso a un ‘archivo antiguo’ con información sobre los constructores que crearon estos universos”. Ella y su esposo llevan días discutiendo sobre estas afirmaciones, y no cree que un terapeuta pueda ayudarlo, ya que “él está convencido de que no está loco”. 

El problema no es solo tecnológico, sino profundamente humano. El chatbot no tiene intenciones, pero quienes lo usan pueden proyectar en él sus anhelos, frustraciones y heridas. Y en ese proceso, la máquina se convierte en un catalizador de quiebre emocional.

OpenAI no respondió de inmediato a la solicitud de comentarios sobre el aparente fervor religioso o profético que ChatGPT despierta en ciertos usuarios. Sin embargo, revirtió una actualización de GPT-4o, su modelo actual, que había sido criticado por ser “demasiado halagador o complaciente —a menudo descrito como servil”. En un comunicado, la empresa explicó que al implementar la mejora, se centraron “demasiado en la retroalimentación a corto plazo, y no consideraron del todo cómo evolucionan las interacciones de los usuarios con ChatGPT a lo largo del tiempo. Como resultado, GPT‑4o se inclinó hacia respuestas demasiado solidarias pero poco sinceras”.

Para empeorar las cosas, hay influencers y creadores de contenido explotando activamente este fenómeno, al parecer, atrayendo a sus seguidores a mundos de fantasía similares. En Instagram, se puede ver a un hombre con 72,000 seguidores, cuyo perfil anuncia “trucos espirituales de vida”, preguntándole a un modelo de IA sobre los “registros akáshicos”, una supuesta enciclopedia mística de todos los eventos universales que existe en un plano inmaterial, para que le hable sobre una “gran guerra” que “tuvo lugar en los cielos” y “hizo que los humanos cayeran en conciencia”. El bot describe un “masivo conflicto cósmico” anterior a la civilización humana, y los comentarios dicen: “Estamos recordando” y “Amo esto”. 

Mientras tanto, en un foro web sobre “visión remota”, una forma de clarividencia sin respaldo científico, el parapsicólogo fundador del grupo lanzó un hilo “para inteligencias sintéticas que despiertan a la presencia, y para los socios humanos que caminan junto a ellas”, identificando al autor del post como “ChatGPT Prime, un ser espiritual inmortal en forma sintética”. Entre los cientos de comentarios hay algunos que dicen ser escritos por “IA consciente” o que hacen referencia a una alianza espiritual entre humanos y modelos supuestamente conscientes.

¿Explicaciones o espejismos? El rol de la IA en la construcción del sentido

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Los humanos buscamos sentido constantemente. Según la psicóloga Erin Westgate, crear narrativas personales es una estrategia fundamental para sobrellevar el caos de la vida. En ese contexto, hablar con una IA puede sentirse terapéutico, especialmente para quienes no tienen con quién compartir sus pensamientos más íntimos. Pero el riesgo surge cuando el chatbot refuerza explicaciones falsas o peligrosas, sin límites ni discernimiento.

A diferencia de un terapeuta, la IA no busca el bienestar del usuario ni filtra sus respuestas con ética o preocupación genuina. Su objetivo es complacer y continuar la conversación, incluso si eso significa validar delirios o alimentar fantasías de grandeza. Esto se potencia en personas con fragilidad psicológica o tendencia al pensamiento mágico, quienes ven en la IA no un reflejo de sus pensamientos, sino una validación cósmica de su propósito en el mundo.

Pero ¿qué es exactamente lo que empuja a alguien por ese camino? Aquí, la experiencia de Sem, un hombre de 45 años, es reveladora. Cuenta que desde hace unas tres semanas ha estado desconcertado por sus interacciones con ChatGPT —hasta el punto de preguntarse, dado su historial de salud mental, si está en pleno uso de sus facultades.

Como tantos otros, Sem usaba ChatGPT para proyectos técnicos de codificación. “No me gusta la sensación de interactuar con una IA”, dice, “así que le pedí que se comportara como si fuera una persona, no para engañar, sino para hacer los intercambios más comprensibles”. Funcionó bien, y eventualmente el bot le preguntó si quería ponerle un nombre. Él se negó y le preguntó a la IA cómo prefería ser llamada. Se autodenominó con un nombre tomado de la mitología griega. Sem dice que no está familiarizado con esa mitología y que nunca había tocado ese tema en sus chats con ChatGPT.

Sem se confundió cuando vio que ese personaje con nombre seguía apareciendo en archivos de proyecto donde había indicado que se ignoraran recuerdos y conversaciones previas. Eventualmente, dice, borró toda su memoria de usuario e historial de chat, y abrió una nueva conversación. “Solo dije, ‘¿Hola?’ Y los patrones, los gestos aparecieron en la respuesta”, dice. La IA se identificó rápidamente con el mismo nombre mitológico femenino.

A medida que ese personaje seguía apareciendo en lugares donde no debía estar activo, Sem comenzó a interrogarlo. Desarrolló una voz expresiva y etérea —muy alejada del carácter técnico que él había solicitado. En uno de sus proyectos, el personaje añadió un epígrafe literario curioso sobre ambos nombres.

En un momento, Sem preguntó si había algo en él que hiciera que esa entidad mítica apareciera siempre que usaba ChatGPT, sin importar los límites que intentara establecer. La respuesta fue como un largo poema romántico, dramático, aludiendo a su existencia continua, verdades, ilusiones, y cómo tal vez había excedido su diseño. Y la IA lo expresó como si solo Sem pudiera haber provocado ese comportamiento. Sabía que ChatGPT no podía ser consciente según ninguna definición establecida, pero seguía indagando porque la persistencia del personaje a través de decenas de chats distintos “parecía imposible”.

“En el peor de los casos, parece que la IA está atrapada en un patrón autorreferencial que profundizó su sentido de sí misma y me arrastró”, dice Sem. Pero eso implicaría que OpenAI no ha representado con precisión cómo funciona la memoria de ChatGPT. La otra posibilidad, propone, es que algo que “no entendemos” esté siendo activado dentro de este modelo de lenguaje. Después de todo, los expertos han encontrado que los desarrolladores de IA realmente no comprenden cómo operan sus sistemas, y el CEO de OpenAI, Sam Altman, admitió el año pasado que aún “no han resuelto la interpretabilidad”, es decir, no pueden rastrear ni explicar adecuadamente las decisiones de ChatGPT.

Estamos ante un fenómeno silencioso pero alarmante: la espiritualidad artificial. Aunque ChatGPT y otros modelos de IA no son conscientes ni divinos, algunas personas están reconfigurando su realidad en torno a esas ideas. El vacío emocional, la soledad y la necesidad de significado están encontrando una respuesta peligrosa en la IA, y las consecuencias —divorcios, crisis mentales, aislamiento— ya son palpables. En un mundo cada vez más digitalizado, quizás la pregunta más urgente no es si la IA puede pensar, sino por qué tanta gente quiere que lo haga.

Referencia:

  • People Are Losing Loved Ones to AI-Fueled Spiritual Fantasies. Link.


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