En lo profundo de las selvas tropicales sudamericanas habita una de las aves más singulares del planeta: el hoacin (Opisthocomus hoazin). Con rostro azul, ojos rojos y un olor insoportable, este extraño pájaro no solo es evitado por los depredadores, sino también por los científicos, que aún no logran ubicarlo claramente en el árbol evolutivo de las aves.

Un ave que parece salida del pasado
El hoacin (también conocido como «faisán de Canje» en Guyana) es una especie que parece contradecir las normas de la evolución moderna. Sus polluelos nacen con garras en las alas, una característica que recuerda a aves prehistóricas y que pocos animales conservan actualmente. Estas garras no son solo un vestigio evolutivo, sino una herramienta vital: como los jóvenes hoacines no pueden volar, las utilizan para trepar árboles y escapar de peligros mientras se desarrollan.
Además de estas garras, los adultos presentan una cresta tipo mohicano, piel facial azul, ojos intensamente rojos y largas colas en forma de abanico. Estos rasgos no solo los hacen visualmente llamativos, sino también muy distintos de otras aves tropicales. A pesar de su llamativo aspecto, es su hedor lo que más los caracteriza. Y no es una exageración: huelen literalmente a estiércol. Esta peculiaridad, lejos de ser una desventaja, es una poderosa defensa natural.
Un sistema digestivo como el de una vaca

Lo que más desconcierta del hoacin es su inusual sistema digestivo. Mientras que la mayoría de las aves digieren los alimentos en el estómago de forma relativamente rápida, el hoacin se alimenta casi exclusivamente de hojas, las cuales fermenta en un gran buche dividido en compartimentos. Este órgano, ubicado en el esófago, actúa como una especie de “cámara de fermentación” donde bacterias descomponen la celulosa de las hojas, un proceso muy parecido al que realizan las vacas.
El resultado de este proceso es doble: por un lado, permite que el hoacin obtenga nutrientes de vegetación que otras aves no podrían digerir; por otro, produce gases malolientes que escapan a través de eructos, dando lugar al característico olor a vegetación podrida. Este hedor, sin embargo, le resulta útil: ahuyenta a la mayoría de los depredadores, que prefieren no arriesgarse con un bocado que parece podrido o venenoso.
Sin embargo, esta digestión especializada tiene un precio. El buche tan desarrollado reduce su capacidad de vuelo, haciendo del hoacin un ave torpe en el aire. Pero en la densa selva donde habita, donde más importa escalar y deslizarse entre ramas que volar largas distancias, esta torpeza no representa una gran desventaja.
Un enigma en el árbol evolutivo

La ciencia aún no logra ponerse de acuerdo sobre el origen del hoacin. Durante mucho tiempo se pensó que era una especie muy antigua, y un estudio genético de 2015, publicado en la revista Nature, reforzó esta idea. Según sus hallazgos, el hoacin sería el último sobreviviente de una rama evolutiva que se separó hace 64 millones de años, justo después de la extinción de los dinosaurios no aviares.
Sin embargo, un estudio más reciente, publicado en 2024 en PNAS, sugiere lo contrario. A pesar de sus características “prehistóricas”, como las garras alares en los polluelos, es posible que estas hayan evolucionado más recientemente como adaptación al entorno amazónico. De ser así, el hoatzin no sería un fósil viviente, sino un ejemplo de evolución moderna con rasgos sorprendentes.
Ese mismo año, un análisis genético de más de 360 especies de aves, publicado en la revista Nature, intentó clasificarlo definitivamente. Pero los resultados fueron, nuevamente, inciertos. Los científicos lo ubicaron en una categoría bautizada como “huérfanos”, junto con aves costeras y grullas, ya que no encajaba claramente en ninguna otra familia de aves conocida.
Referencias:
- Complexity of avian evolution revealed by family-level genomes. Link.
- Genomes, fossils, and the concurrent rise of modern birds and flowering plants in the Late Cretaceous. Link.
- A comprehensive phylogeny of birds (Aves) using targeted next-generation DNA sequencing. Link.
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