La testosterona y la agresividad suelen ir de la mano en el imaginario colectivo, pero hoy vamos a hablar de otro aspecto fascinante: los picos de testosterona en situaciones competitivas. Un estudio liderado por Benjamin Trumble y su equipo de la Universidad de Washington en Seattle, y publicado en el portal PubMed, revela cómo, en muchas especies, incluidos los humanos, la testosterona se dispara durante los enfrentamientos, potenciando el rendimiento físico y preparando el cuerpo para posibles heridas.

La testosterona en situaciones competitivas
En los machos de muchas especies, la concentración de testosterona suele mantenerse baja durante las actividades cotidianas como la búsqueda de alimento o el cuidado de las crías. Sin embargo, en situaciones específicas como la actividad sexual o la defensa, se produce un aumento significativo de esta hormona. Este fenómeno también se observa en el contexto de las competiciones entre machos, donde la testosterona cumple un papel crucial al potenciar el rendimiento muscular y redistribuir las células del sistema inmune hacia la periferia, cerca de la piel, preparándose para posibles heridas.
En nuestra sociedad, los enfrentamientos entre comunidades se han transformado en competiciones deportivas, y no es sorprendente que en estos contextos se detecten picos de testosterona. Deportes tan dispares como el judo, el ajedrez y el fútbol muestran incrementos hormonales similares. Sin embargo, aún existe debate sobre si estos picos son exclusivos de los ganadores o si afectan a todos los participantes por igual.
El experimento con la tribu Tsimane

Para ilustrar estas cuestiones, Benjamin Trumble y su equipo llevaron a cabo un experimento con los Tsimane, una comunidad indígena de la Amazonía boliviana. Los Tsimane practican fútbol de forma habitual, jugando alrededor de tres días por semana. En agosto de 2010, los investigadores organizaron un torneo entre equipos de ocho pueblos Tsimane, con 88 jugadores participando en la experiencia.
Se tomaron muestras de saliva a los jugadores en tres momentos clave: 15 minutos antes de los partidos, 10 minutos después de finalizarlos y una hora más tarde. Los resultados fueron reveladores: la concentración de testosterona aumentó más del 30% tras el partido y se mantuvo un 15% por encima del nivel basal incluso una hora después. Curiosamente, este incremento no se limitó a los ganadores; simplemente participar en el juego era suficiente para desencadenar el fenómeno.
El rol de la participación y el reconocimiento

Aunque todos los jugadores experimentaron un aumento en sus niveles de testosterona, los que marcaron goles o fueron considerados los mejores jugadores por sus compañeros y rivales presentaron concentraciones ligeramente más altas. Esto sugiere que el reconocimiento social y el desempeño individual también influyen en la respuesta hormonal, reforzando la idea de que la testosterona no solo reacciona ante la competición en sí, sino también ante la percepción de éxito personal.
El estudio de Trumble y su equipo aporta una nueva perspectiva sobre la relación entre testosterona y competición. No se trata solo de ganar o perder, sino también de la experiencia de participar y ser reconocido. La testosterona, lejos de ser un simple indicador de agresividad, parece actuar como un potenciador del rendimiento y un modulador de la respuesta social en contextos competitivos. En el fútbol, como en la vida, a veces lo importante no es el resultado, sino el juego en sí.
Referencia:
- Physical competition increases testosterone among Amazonian forager-horticulturalists: a test of the ‘challenge hypothesis’. Link.
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