Roque José Florêncio, conocido como «Pata Seca», fue un hombre marcado por la esclavitud, pero cuya historia se niega a ser olvidada. Nacido en el siglo XIX, habría tenido más de 200 hijos y vivido 130 años. Hoy, su familia lucha por preservar su memoria y rescatar una parte importante de la historia negra de Brasil.

Un hombre real con una historia que duele y enseña
Roque José Florêncio no es un personaje de ficción ni parte de una leyenda oral. Nació en Sorocaba (SP) y fue comprado como esclavo por un hacendado de São Carlos, donde fue forzado a convertirse en un “esclavo reproductor”. Medía 2,18 metros, tenía manos largas y delgadas, y por esas características fue considerado apto para engendrar más esclavos. Su apodo, “Pata Seca”, proviene justamente de esas manos y piernas finas. Se estima que tuvo más de 200 hijos, sin embargo, no existen documentos oficiales que respalden todos esos nacimientos.
Para su familia y algunos investigadores, la ausencia de registros no niega su existencia ni su impacto. Su acta de defunción, fechada en 1958, indica que murió a los 130 años, víctima de múltiples dolencias asociadas a la edad. Su nieta, Maria Madalena, sostiene una única foto de su abuelo y afirma con convicción: “Es una historia verdadera, no es una leyenda”. El psicólogo Marinaldo Fernando de Souza subraya que el olvido histórico de figuras como Roque es parte del silenciamiento de la memoria negra en Brasil.

De esclavo reproductor a patriarca: la vida tras la esclavitud
A pesar de haber sido forzado a engendrar hijos para alimentar el sistema esclavista, Roque construyó una familia propia con Palmira, una mujer con quien tuvo otros nueve hijos. Fue durante sus tareas como cartero —transportando correspondencia entre la hacienda y la ciudad— que conoció a Palmira, una joven que barría la vereda. Al obtener el “sí” a su propuesta de matrimonio, la llevó en su caballo a la hacienda y los patrones le otorgaron 20 alqueires de tierra.
El terreno, sin embargo, se fue perdiendo por no tener recursos para cercarlo adecuadamente. Para sostener a su familia, Roque fabricaba utensilios de lata, criaba gallinas, cultivaba mandioca y preparaba rapaduras caseras. Recorría las haciendas vendiendo sus productos, montado en un caballito que apenas resistía su peso. Era querido por la comunidad, organizaba fiestas religiosas y mantenía la costumbre de compartir y recibir con generosidad.
La vida de Roque no fue solo la de un esclavo. Fue un hombre multifacético, resiliente, que transformó su realidad con trabajo y fe. Su legado vive en Santa Eudóxia, donde se estima que más del 30% de los habitantes descienden de él.
Memoria, legado y resistencia: la historia que no se borra

A pesar del paso del tiempo, la figura de Pata Seca sigue presente en los recuerdos familiares. Madalena, su nieta, mantiene viva su memoria a través de objetos, historias y la foto rescatada tras años de búsqueda. El retrato fue encontrado en la billetera de un viejo amigo del abuelo, y hoy ocupa un lugar especial en la casa de Madalena. También guarda un clavo como el que lastimó el pie de Roque, cuya herida mal curada, se dice, aceleró su muerte.
Recuerda cómo su abuelo vestía siempre de blanco, barría la casa todos los días y tomaba café negro con fubá revuelto. Dormía en una cama sencilla de tarima con colchón de paja, y cuidaba de Palmira, que quedó ciega tras complicaciones en un parto. Murió en 1958, apenas tres meses después de desfilar como el hombre más longevo de São Carlos.
La familia continúa buscando descendientes y espera que, algún día, sus recuerdos formen parte de un museo. Para Madalena, su longevidad se debió a una vida menos dura que la de otros esclavos, pues vivía en la Casa Grande y tenía mejor alimentación. Pero más allá de eso, su historia representa un acto de resistencia y una reivindicación de la memoria negra.
La historia de Roque José Florêncio, “Pata Seca”, no solo es un testimonio de crueldad y explotación, sino también de humanidad, supervivencia y orgullo. Mientras Brasil sigue enfrentando los desafíos de reconocer su pasado esclavista, relatos como este nos recuerdan que la memoria, aunque silenciada, persiste. Y gracias a familias como la de Madalena, sigue viva, iluminando el camino hacia una historia más completa y justa.
Referencia:
- ‘Escravo reprodutor’ teve mais de 200 filhos e viveu 130 anos, afirma família. Link.
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