Si alguna vez has pasado tiempo cerca de un estanque, lago o río y has visto a los caballitos del diablo haciendo la forma de un corazón con su cuerpo, habrás presenciado lo que los científicos llaman la rueda copulatoria.
Pero puede que no sea tan romántico como crees.
Para convencer a una hembra de que se aparee con ella, el macho utiliza unas pinzas especializadas para agarrarla por la parte posterior de la cabeza. Y permanecerá pegado a la hembra aunque ella intente huir volando.
“En realidad, es una forma de acoso”, dice Jessica Ware, conservadora del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York y experta en el orden de insectos Odonata, que incluye libélulas y caballitos del diablo.
Cada momento que pasa pegada a un macho es tiempo que la hembra podría dedicar a alimentarse, poner huevos o aparearse con otros machos. Pero esa es también la razón por la que los machos lo hacen: para asegurarse de que su material genético es el que se utiliza para crear la siguiente generación.
Incluso después de que una hembra haya aceptado a una pareja y colocado su abdomen en posición para recibir su esperma, el macho puede mantener su agarre durante media hora o más. A veces, incluso la arrastra y la mantiene bajo el agua mientras ella deposita sus huevos en un trozo de vegetación. (Mientras está bajo el agua, una burbuja que se forma alrededor de la cabeza de la hembra le permite respirar).
“Yo diría que no siempre es voluntario“, comenta Ware. “Porque en cuanto la suelta, puede venir otro macho y sacarle su esperma”.
Los caballitos del diablo macho pueden ser tan persistentes, que algunas hembras del género Ischnura incluso han evolucionado una forma de esconderse de ellos.
“De hecho, las hembras cambian su color para parecerse al de los machos“, detalla Ware.
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