Estudios revelan que el COVID-19 está vinculado al Síndrome de fatiga crónica


La pandemia de COVID-19 no solo dejó una estela de infecciones agudas y muertes, sino que ahora se confirma su posible vínculo con el síndrome de fatiga crónica (EM/SFC), una enfermedad debilitante caracterizada por cansancio extremo, trastornos cognitivos y síntomas neurológicos. Un nuevo estudio publicado en el Journal of General Internal Medicine ha encontrado que las personas que contrajeron COVID-19 tienen casi cinco veces más probabilidades de desarrollar esta condición. Esta relación podría explicar el aumento exponencial de casos de EM/SFC en los últimos años.

Un riesgo creciente tras la infección por COVID-19

Estudios revelan que el COVID-19 está vinculado al Síndrome de fatiga crónica

El equipo de investigación, liderado por Suzanne Vernon, directora de investigación del Bateman Home Center en Salt Lake City, concluyó que el SARS-CoV-2 actúa como un desencadenante significativo del síndrome de fatiga crónica. Basándose en datos recogidos en un estudio sobre los efectos a largo plazo del COVID, los científicos siguieron la salud de cerca de 12.000 personas que habían sido infectadas con el virus y la compararon con la de más de 1.400 personas no infectadas.

Los resultados fueron contundentes: el 4,5% de quienes contrajeron COVID desarrollaron EM/SFC, frente al 0,6% entre quienes no se infectaron. Esto representa un incremento del riesgo de casi cinco veces. Aún más revelador, los investigadores notaron que los nuevos diagnósticos de EM/SFC son 15 veces más altos en comparación con la tasa anterior a la pandemia.

Los síntomas más frecuentes entre quienes desarrollaron la enfermedad después del COVID fueron el malestar posterior al esfuerzo, mareos al estar de pie y deterioro cognitivo, manifestaciones también comunes en los casos de COVID prolongado. Esta superposición sintomática fortalece la hipótesis de que el síndrome de fatiga crónica podría ser, en muchos casos, una manifestación persistente del daño viral ocasionado por el coronavirus.

¿Qué es el síndrome de fatiga crónica y por qué preocupa su aumento?

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Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), el síndrome de fatiga crónica, también conocido como encefalomielitis miálgica (EM/SFC), es una afección compleja y mal comprendida que se caracteriza por:

  • Fatiga intensa y persistente que no mejora con el descanso.
  • Empeoramiento de los síntomas tras esfuerzo físico o mental mínimo.
  • Trastornos del sueño, como insomnio o sueño no reparador.
  • Problemas cognitivos, incluyendo fallos de memoria y dificultad para concentrarse.
  • Mareos o desmayos al ponerse de pie.

Esta enfermedad no tiene cura conocida y puede durar años, deteriorando gravemente la calidad de vida de los pacientes. El hecho de que el COVID-19 esté vinculado al aumento drástico de los casos representa un reto urgente para los sistemas de salud pública, ya que se trata de una condición difícil de diagnosticar y aún más compleja de tratar.

Ya se sabía que el EM/SFC podía ser desencadenado por otras infecciones virales, como el virus de Epstein-Barr, pero el impacto del SARS-CoV-2 está resultando más devastador debido a su alta tasa de contagio a nivel global. Los millones de personas que contrajeron COVID entre 2020 y 2023 podrían enfrentar ahora secuelas a largo plazo que apenas comenzamos a entender.

Un llamado a la investigación y el seguimiento médico

Estudios revelan que el COVID-19 está vinculado al Síndrome de fatiga crónica

Los investigadores coinciden en que se necesita más investigación para comprender por qué algunas personas desarrollan EM/SFC y otras no, incluso cuando han tenido experiencias similares con el COVID-19. Factores como la genética, el estado inmunológico previo, la gravedad de la infección o la exposición a múltiples infecciones podrían desempeñar un papel.

Además, el estudio subraya la importancia de brindar seguimiento clínico a largo plazo a los pacientes recuperados de COVID, especialmente aquellos que reportan síntomas persistentes. Diagnosticar a tiempo el síndrome de fatiga crónica puede permitir intervenciones más eficaces, adaptaciones en el estilo de vida y mejoras en la calidad de vida del paciente.

La comunidad médica también enfrenta el desafío de distinguir entre COVID prolongado y EM/SFC, ya que ambos comparten características, pero podrían requerir enfoques terapéuticos diferentes. En cualquier caso, los datos disponibles exigen una respuesta clínica más sólida, protocolos de evaluación actualizados y campañas de concientización pública.

La evidencia científica comienza a establecer un vínculo claro entre el COVID-19 y el síndrome de fatiga crónica, un trastorno que puede cambiar radicalmente la vida de quienes lo padecen. Con una prevalencia en ascenso tras la pandemia, el EM/SFC deja de ser una enfermedad rara para convertirse en una consecuencia silenciosa pero devastadora del coronavirus. Entender esta conexión no solo es clave para tratar a los pacientes actuales, sino también para prepararnos ante futuras crisis sanitarias de largo aliento.

Referencia:

  • Springer/Incidence and Prevalence of Post-COVID-19 Myalgic Encephalomyelitis: A Report from the Observational RECOVER-Adult Study. Link


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