Un nuevo estudio ha desafiado las expectativas del cambio climático global: la capa de hielo de la Antártida ha registrado un aumento de masa sin precedentes entre 2021 y 2023. Esta recuperación, atribuida a una acumulación anómala de precipitaciones, plantea nuevas preguntas sobre la dinámica del hielo antártico y su papel en el aumento del nivel del mar.
Un giro inesperado en la evolución de la capa de hielo de la Antártida

Durante décadas, la comunidad científica ha observado con preocupación la pérdida progresiva de hielo en la Antártida, particularmente en su sector occidental. Este fenómeno, registrado a través de la gravimetría satelital desde 2002 mediante las misiones GRACE y GRACE-FO, ha sido uno de los principales indicadores del impacto del calentamiento global en los polos. Sin embargo, un estudio reciente publicado el 19 de marzo de 2025 en Science China revela una tendencia opuesta: entre 2021 y 2023, la Antártida registró un aumento neto de masa de hielo a una tasa estimada de 107,79 ± 74,90 gigatoneladas por año.
El hallazgo, liderado por el Dr. Wei Wang y el profesor Yunzhong Shen de la Universidad de Tongji, muestra que, por primera vez en más de dos décadas, la capa de hielo antártica ha dejado de ser un factor positivo en el aumento del nivel del mar y, por el contrario, ha contribuido a reducirlo en una tasa de –0,30 ± 0,21 mm por año. Es decir, el continente helado ha absorbido agua en lugar de liberarla, un fenómeno sin precedentes en los registros satelitales recientes.
Este cambio ha sido particularmente notable en la región oriental de la Antártida, específicamente en las cuencas glaciares de Totten, Universidad de Moscú, Denman y la Bahía de Vincennes, ubicadas en Wilkes Land y Queen Mary Land. Estas zonas, que entre 2011 y 2020 habían intensificado su pérdida de hielo a un ritmo alarmante, revirtieron esa tendencia y mostraron una ganancia de masa considerable durante el nuevo período de estudio.
Causas de la recuperación y su impacto en el nivel del mar

La principal explicación para este fenómeno apunta a una acumulación anómala de precipitaciones, es decir, una mayor cantidad de nieve que ha compensado —e incluso superado— las pérdidas naturales del hielo antártico. Esto es importante porque, en condiciones normales, la región pierde masa tanto por la fusión superficial como por el desprendimiento de icebergs y el flujo de glaciares hacia el mar.
Históricamente, entre 2002 y 2010, la Antártida Occidental experimentaba una pérdida de masa de aproximadamente –73,79 ± 56,27 Gt/año. Esa cifra se duplicó entre 2011 y 2020, alcanzando los –142,06 ± 56,12 Gt/año, debido principalmente a la aceleración del derretimiento en las regiones occidental y oriental. Sin embargo, con el reciente repunte entre 2021 y 2023, no solo se logró frenar esa pérdida, sino que se observó un incremento de masa que tuvo efectos globales en la regulación del nivel del mar.
Durante las décadas anteriores, la pérdida de masa en la Antártida había contribuido de forma constante al aumento del nivel del mar, con tasas de 0,20 mm/año (2002-2010) y 0,39 mm/año (2011-2020). El nuevo cambio en la dinámica del hielo revirtió ese patrón, ejerciendo una presión inversa sobre los océanos.
No obstante, los científicos advierten que esta recuperación no debe interpretarse como un cambio de tendencia definitivo ni como una señal de estabilización climática. La acumulación de nieve puede estar relacionada con fenómenos climáticos puntuales o variaciones temporales en los patrones meteorológicos, como el aumento de las precipitaciones en forma de nieve impulsado por la circulación atmosférica del sur del planeta.
Un equilibrio precario: señales de alerta y riesgos a largo plazo

A pesar de esta recuperación puntual, las zonas clave de la Antártida Oriental siguen siendo altamente vulnerables. Las cuencas glaciares de Totten, Denman, Universidad de Moscú y la Bahía de Vincennes continúan bajo vigilancia científica debido a su potencial desestabilizador. Estas regiones no solo representan algunas de las reservas de hielo más grandes del continente, sino que también contienen suficiente masa para elevar el nivel del mar global en más de 7 metros si se derritieran completamente.
Durante el periodo 2011-2020, estas cuatro cuencas mostraron una pérdida de masa combinada de 47,64 ± 8,14 Gt/año, impulsada en un 72,53 % por la reducción de la masa superficial y en un 27,47 % por un aumento en la descarga de hielo hacia el océano. Es decir, el equilibrio de estas cuencas depende tanto de la temperatura atmosférica como de los cambios en las corrientes oceánicas que erosionan la base de los glaciares.

El hecho de que estas regiones hayan mostrado una ganancia de masa recientemente no implica que su situación sea segura. Más bien, subraya la volatilidad del sistema climático antártico, que puede oscilar entre extremos en respuesta a cambios en la precipitación, la temperatura o la circulación oceánica. En otras palabras, el hielo ha ganado terreno por ahora, pero podría retroceder con igual rapidez si cambian las condiciones externas.
La Antártida ha sorprendido al mundo con un aumento neto de su capa de hielo por primera vez en décadas. Este fenómeno, impulsado por un incremento inusual de las precipitaciones, representa un respiro temporal en la crisis climática. Sin embargo, no debe interpretarse como una señal de recuperación duradera. Las estructuras glaciales más vulnerables siguen bajo amenaza, y la ciencia deberá continuar monitoreando con precisión este gigante helado cuyo destino tiene repercusiones planetarias.
Referencia:
- Science China Earth Sciences/Spatiotemporal mass change rate analysis from 2002 to 2023 over the Antarctic Ice Sheet and four glacier basins in Wilkes-Queen Mary Land. Link
Relacionado
Descubre más desde Cerebro Digital
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
0 Comments