A medida que avanzaba el juicio, más residentes de Salem empezaron a acusarse unos a otros de practicar la brujería. La historiadora Carol F. Karlsen señala que muchos de los aldeanos que acusaron de brujería a personas de su comunidad tenían vidas inciertas y pocas perspectivas de futuro.
Estas crecientes presiones explican tanto el interés de las muchachas del pueblo por saber más sobre su futuro como su deseo de obtener la aprobación de la comunidad después de que su extraño comportamiento suscitara las preguntas de los demás aldeanos.
Salem creó un tribunal especial para los juicios y comenzó a acusar, juzgar y ejecutar a un gran número de supuestas brujas. No se presumía la inocencia de los acusados y las condenas se basaban en confesiones forzadas, rumores e incluso “pruebas espectrales” relacionadas con los sueños de los testigos.
Los funcionarios también tenían en cuenta la reputación de los acusados, su comportamiento en el pasado y sus cuerpos, buscando características físicas como lunares o arañazos que interpretaban como “marcas de brujas”.
Incluso los niños pequeños corrían peligro. Testigos acusaron a la hija de Sarah Good, Dorothy, de cuatro años, asegurando que había “atormentado” y mordido a sus víctimas. Fue liberada tras 34 semanas en prisión, aunque no antes de la ejecución de su madre, en la horca. Mercy, la hermana recién nacida de Dorothy, fue la víctima más joven de los juicios. Fue encarcelada y murió en prisión poco después de nacer.
Aunque la mayoría eran mujeres, el tribunal también juzgó y condenó a seis hombres. John Proctor, un hombre de 60 años que se opuso públicamente a los juicios, pagó por ello con su vida. La historia de Proctor, y su ejecución en la horca, fue dramatizada más tarde en la obra de Arthur Miller El crisol.
Tras ser acusado, Giles Corey, de 81 años, se negó a admitir o negar “diversos actos de brujería” en un intento de proteger su patrimonio de la confiscación si era condenado. En lugar de juzgarlo, las autoridades lo aprisionaron lentamente hasta la muerte entre dos piedras, una de las formas de ejecución más brutales de la época.
Al final, dice Marshall, “solo un pequeño porcentaje fue declarado culpable”. Pero es difícil determinar el destino de los absueltos. O bien conseguían convencer a los tribunales de su inocencia o superaban una serie de pruebas, como estar dispuestos a rezar el Padrenuestro o carecer de cualquier característica física que pudiera interpretarse como “marcas de bruja”.
Cinco de los acusados perecieron en prisión. Los que fueron liberados no estaban necesariamente en mejor situación. “Habrían estado en una situación financiera difícil”, comenta Marshall, señalando la confiscación de bienes, las elevadas tasas de encarcelamiento y otras penas. Otros, como Tituba, se enfrentaron a una mayor marginación dentro de la comunidad. Tituba acabó retractándose de su testimonio, pero estuvo 13 meses en la cárcel hasta que un benefactor anónimo pagó su fianza. Nunca se le indemnizó.
Estos supervivientes sufrieron daños devastadores en su reputación, agravados por el hecho de que algunos también fueron excomulgados de la Iglesia. Como resultado, muchos libraron largas batallas para limpiar sus nombres durante años, sostiene Marshall.
La moda de los juicios de brujas en Salem Village se desvaneció en 1693, posiblemente debido en parte a la postura pública adoptada por destacadas figuras contrarias a los juicios de brujas, como el ministro puritano Cotton Mather.
Tuvieron que pasar siglos para que Salem (ahora un destino popular para los turistas interesados en lo paranormal) reconociera plenamente a sus víctimas. Las autoridades de Massachusetts no empezaron a disculparse por los juicios hasta 1957, y la última persona exonerada por el delito de brujería en Salem, Elizabeth Johnson Jr, fue reivindicada en 2022.
En 2017, la ciudad dedicó por fin un monumento en el lugar donde tuvieron lugar los ahorcamientos masivos. El monumento, rodeado de bosque, consiste en un sencillo muro grabado con los nombres de las 19 víctimas del ahorcamiento.
Al incitar a la reflexión en silencio, el monumento va más allá de las estadísticas y la especulación y se centra en las víctimas reales de la histeria de las brujas de Salem: personas marginadas y asediadas cuyos propios vecinos estaban dispuestos a matarlas.
0 Comments