De acuerdo con Britannica, los primeros cristianos “no representaron la crucifixión de forma realista antes del siglo V d.C.”. En su lugar, las afirmaciones simbólicas de salvación y vida eterna vinculadas a la resurrección de Cristo se representaban “primero mediante un cordero”.
Antes de la época del emperador Constantino, los cristianos eran “extremadamente reticentes” a utilizar el objeto para representar su fe, ya que ello podía “exponerlos al ridículo o al peligro”, prosigue la plataforma. Solo después del reconocimiento oficial del cristianismo por el Estado romano, a principios del siglo IV, comenzaron a aparecer cruces, incluso en el arte sacro (en pinturas, esculturas y estandartes), señala la fuente.
“Sin embargo, en el siglo VI, las representaciones de la crucifixión se hicieron numerosas como resultado de los esfuerzos de la Iglesia actual por combatir una herejía según la cual la naturaleza de Cristo no era doble (humana y divina) sino simplemente divina y, por tanto, invulnerable”, explica la fuente enciclopédica. “Estas primeras crucifixiones eran, sin embargo, imágenes triunfantes, que mostraban a Cristo vivo, con los ojos abiertos y sin rastro de sufrimiento, victorioso sobre la muerte”.
No fue hasta el siglo IX cuando el arte bizantino empezó a mostrar a un Cristo muerto, “reflejando la preocupación actual por el misterio de su muerte y la naturaleza de la Encarnación”, dice la enciclopedia. Esta versión de Cristo sufriente en la cruz se adoptó en Occidente a partir del siglo XIII para reforzar la abnegación del “hijo de Dios”, que sufrió un vía crucis para “salvar a la humanidad”.
No obstante, cabe señalar que en el pasado la cruz simbolizaba otras creencias. En el mundo precristiano, se encontraron inscripciones en forma de cruz en otras culturas. “El antiguo símbolo jeroglífico egipcio de la vida (el anj) era una cruz en forma de T rematada por un lazo”, dice Britannica, y se conocía como crux ansata.
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