Sube el nivel de la amenaza añadiendo una pequeña carcajada a cada sílaba entrecortada: “Te atraparé, preciosa, y también a tu perrito”. Tras su mortífera declaración, da un giro dramático antes de desaparecer en una nube de humo rojo sangre y una ráfaga de fuego.
No se limita a montar en una escoba. Arrastra un denso penacho de humo negro y, con una exagerada carcajada que emana amenazadoramente de sus labios verdes, la Bruja Mala del Oeste utiliza su escoba para garabatear “Ríndete Dorothy” en el cielo.
Para cuando el grupo más aterrador de familiares (compañeros animales) jamás llevado al celuloide (una horda de monos voladores) se pone en marcha para cumplir sus órdenes y atrapar a Dorothy y Toto, la Malvada Bruja del Oeste ha encapsulado de tal manera cada estereotipo, que todas las brujas de la pantalla que le han seguido solo pueden rendirle homenaje.
Sin embargo, la Bruja Mala del Oeste es una bruja que casi nunca lo fue. Inspirada por la glamorosa Reina Malvada de Disney en Blancanieves, que se había estrenado el año anterior, el productor de la película, Mervyn LeRoy, quería que fuera igual de hermosa y pensó en una elegante actriz llamada Gale Sondergaard para el papel.
Sin embargo, Sondergaard rechazó la oferta y Margaret Hamilton fue contratada el 10 de octubre de 1938, solo tres días antes de que comenzara el rodaje. Se untó abundante pintura verde y nació la mayor bruja de todas.
“Espejo espejito, ¿quién es la más bonita?”, pregunta imperiosamente la Reina Malvada.
En este punto de la película de 1937 Blancanieves y los siete enanitos (basada en un cuento de hadas de los hermanos Grimm y que incorpora elementos de la hechicera real nórdica Grimhildr, con la que la Reina Malvada comparte nombre), la reina es una firme candidata al título de más bella.
Pero al final de la historia, se habrá transformado en la forma de bruja que tanto se identifica con las brujas, convirtiendo un icónico movimiento de cambio de forma en su firma.
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