Los magos se arrodillaron ante el niño Jesús y “le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra“. Es posible que sus regalos sean una alusión a la visión de Isaías de las naciones que rendían tributo a Jerusalén: “Multitud de camellos te cubrirá; dromedarios de Madián y de Efa; vendrán todos los de Sabá; traerán oro e incienso, y publicarán alabanzas de Jehová” (Mateo 2:11, Isaías 60:6).
El rey Herodes había oído rumores del nacimiento de un nuevo “rey” y, celoso, buscó al bebé. En el Evangelio de Mateo, los tres magos se detuvieron en el palacio de Herodes de camino a Belén y el rey les pidió que le hicieran saber dónde estaba este niño recién nacido, para “poder ir a adorarlo”. Pero, en un sueño, se advirtió a los Reyes Magos de que no regresaran con Herodes, de forma que “se volvieron a su tierra por otro camino” y nunca se volvió a hablar de ellos (Mateo 2:12).
Las narraciones posteriores de la historia identificaron los nombres de los magos, así como sus tierras de origen: Melchor de Persia, Gaspar (también llamado Caspar y Jaspar) de la India y Baltasar de Arabia. Sus presentes también tenían significados simbólicos especiales: el oro representaba la condición de Jesús de “rey de los judíos”; el incienso, la divinidad del niño y su identidad como Hijo de Dios; y la mirra se refería a la mortalidad de Jesús.
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