En septiembre, un hombre ucraniano de 41 años falleció tras ahogarse en la provincia italiana de Chieti. Lo insólito del caso no fue su causa de muerte, sino un hallazgo post mortem: su cuerpo continuó dando positivo a pruebas de COVID-19 durante seis semanas consecutivas, incluso cuando otros marcadores biológicos humanos desaparecieron. Este peculiar caso, publicado en el BMC Journal of Medical Case Reports, plantea preguntas fundamentales sobre el comportamiento del virus SARS-CoV-2 en cadáveres y las implicaciones médico-legales que esto podría tener.
El caso demasiado enigmático
Tras su fallecimiento, el cuerpo del hombre fue sometido a un procedimiento rutinario según las normas italianas, que incluyen pruebas de COVID-19 incluso en muertes no relacionadas con el virus. A pesar de que su muerte se debió a ahogamiento y era asintomático al virus, los hisopados post mortem realizados hasta 28 veces a lo largo de 41 días dieron positivo.
El cuerpo fue almacenado en una bolsa sellada y desinfectada a una temperatura constante de 4 °C, condiciones ideales para preservar restos humanos. Durante este tiempo, los investigadores utilizaron métodos estandarizados para realizar pruebas nasofaríngeas repetidas, confirmando consistentemente la presencia del virus.
Algo aún más desconcertante ocurrió hacia el final del período de prueba: mientras las partículas virales de COVID-19 seguían siendo detectables, el ARN celular humano, que suele acompañar las muestras virales, se volvió indetectable. Este fenómeno sugiere que el virus puede persistir incluso cuando los tejidos humanos ya han comenzado a descomponerse, destacando una resistencia inusual del SARS-CoV-2 en un entorno post mortem.
¿Por qué ha seguido dando positivo a COVID?
El hallazgo no es una mera curiosidad científica. Tiene importantes implicaciones para el manejo de cadáveres en contextos pandémicos. Los autores del estudio subrayaron que, aunque existe abundante investigación sobre la transmisión de COVID-19 en organismos vivos, los datos sobre su persistencia y potencial infecciosidad en cadáveres son escasos.
Esto plantea riesgos para los patólogos, técnicos y otros trabajadores que manejan cadáveres, especialmente si se confirma que el virus permanece infeccioso después de la muerte. Aunque la mayoría de las transmisiones ocurren a través de gotas respiratorias, otros vectores, como el contacto con excreciones corporales contaminadas o incluso partículas en el aire, podrían ser relevantes en un entorno post mortem.
Un estudio anterior sugirió que los cadáveres pueden ser contagiosos hasta 35 horas después de la muerte, pero el caso del hombre ucraniano amplía esta ventana potencialmente a semanas, al menos en cuanto a la persistencia del virus. Por ello, las autopsias y la manipulación de cadáveres podrían requerir protocolos más estrictos para proteger la salud de los trabajadores involucrados.
El caso del hombre ucraniano que dio positivo a COVID-19 durante 41 días después de su muerte desafía nuestra comprensión del comportamiento del SARS-CoV-2 en cuerpos humanos. Más allá del interés científico, este caso resalta la necesidad de realizar investigaciones adicionales sobre la persistencia viral en cadáveres y de establecer pautas más robustas para prevenir riesgos biológicos en la manipulación post mortem. Aunque la historia del hombre finalmente llegó a su fin con su entierro, su caso abre la puerta a preguntas críticas que aún necesitan respuesta en la era del COVID-19.
Referencia:
- Journal of Medical Case Reports/Long persistence of severe acute respiratory syndrome coronavirus 2 swab positivity in a drowned corpse: a case report. Link.
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