Durante millones de años, las ballenas azules han llenado los océanos con su canto profundo y resonante. Hoy, esos ecos se están apagando. Investigaciones recientes revelan que el cambio climático, las olas de calor marinas y la contaminación acústica están silenciando a estos gigantes marinos, enviando una advertencia sobre la salud de los ecosistemas oceánicos.
El lenguaje perdido de las ballenas azules

Bajo las aguas del Pacífico frente a California, un hidrófono anclado a 3.000 pies de profundidad ha registrado durante más de seis años el pulso sonoro del océano. Estos micrófonos submarinos capturan un paisaje acústico donde cada llamada de ballena revela información sobre su alimentación, reproducción y bienestar.
En 2015, mientras un equipo de investigadores comenzaba su monitoreo, se desató un fenómeno inusual: una ola de calor marina masiva conocida como The Blob. Este evento redujo drásticamente el kril, alimento esencial para ballenas azules y rorcuales comunes.
A diferencia de las jorobadas, que poseen una dieta más variada, estas especies dependen casi exclusivamente de estos diminutos crustáceos. El resultado fue devastador: las vocalizaciones de ballena azul cayeron un 40%, reflejando un gasto energético concentrado únicamente en la búsqueda de alimento.
El calor no solo disminuyó las poblaciones de kril, sino que también alteró su comportamiento. Con el afloramiento interrumpido, los cardúmenes se dispersaron, haciendo que cada inmersión fuera menos productiva. “Es como tratar de cantar cuando estás hambriento”, señala John Ryan, oceanógrafo biológico del Monterey Bay Aquarium Research Institute.
Calor extremo y ecosistemas en crisis

The Blob comenzó en 2013 como un parche de agua cálida en el Golfo de Alaska y se expandió rápidamente hasta cubrir más de 2.000 millas del Pacífico en 2016, con temperaturas hasta 4,5 °F por encima del promedio. Este evento, agravado por el cambio climático, interrumpió las cadenas tróficas y provocó una escasez sin precedentes de kril y anchoas.
Estudios recientes demuestran que la duración de las olas de calor marinas se ha triplicado desde la década de 1940, siendo ahora 1 °C más cálidas en promedio. Estos cambios generan efectos que perduran mucho después de que las temperaturas vuelvan a la normalidad, especialmente en especies longevas como las ballenas, que pueden vivir hasta 80 años.
La misma tendencia registrada en California se observó en aguas de Nueva Zelanda entre 2016 y 2018. Allí, los científicos detectaron menos “llamadas D” asociadas con la alimentación y una disminución en la intensidad de los cantos de apareamiento tras temporadas cálidas. “Cuando hay menos oportunidades para alimentarse, invierten menos energía en reproducirse”, explica Dawn Barlow, ecóloga marina de la Universidad Estatal de Oregón.
Estos registros convierten a las ballenas en centinelas del océano: su silencio es un síntoma de desajustes profundos en el ecosistema marino.
Escuchar para proteger: la nueva frontera de la conservación

El sonido es una herramienta poderosa para entender los cambios oceánicos, pero aún falta un registro claro de cómo suena un mar prístino. La pandemia de COVID-19 ofreció un breve experimento: la disminución del tráfico marítimo redujo el ruido submarino, y los animales modificaron su distribución y comportamiento, como si aprovecharan un respiro del constante bullicio humano.
La contaminación acústica, sumada a las olas de calor y la sobrepesca, crea un entorno cada vez más hostil para las ballenas. Con redes de hidrófonos más extensas, los científicos podrían monitorear en tiempo real el estado de los ecosistemas, anticipar crisis alimentarias y diseñar estrategias de conservación más eficaces.
Los investigadores advierten que, si los eventos extremos se repiten con mayor frecuencia, podríamos enfrentar puntos de no retorno en la dinámica oceánica. Un océano silencioso no es solo un problema para las ballenas: afecta la capacidad del mar para absorber carbono, sostener pesquerías y mantener el equilibrio de la vida marina.
El progresivo silencio de las ballenas azules es un mensaje claro: los océanos están cambiando de forma alarmante. Escuchar y analizar sus cantos no solo nos ayuda a comprender estos cambios, sino que podría ser clave para preservar la salud marina en un planeta cada vez más caliente y ruidoso.
Referencia:
- Plos One/Audible changes in marine trophic ecology: Baleen whale song tracks foraging conditions in the eastern North Pacific. Link
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